Estaba por acercarse el verano. Era la 1.30 y volvían de cenar en un bodegón de Balvanera.
Pasaron por un kiosco y compraron un helado.
El pregunto si los anteojos que estaban exhibidos tenían aumento.
“Para vos, que los perdes siempre”, añadió ella mientras abría el bombón, “pero te hacen mal a la vista, lo vi en un informe del noticiero”.
A la media cuadra, el dijo: “Yo no quiero helado”.
(Diciendo, en realidad, “dejame probarlo”.)
El - ¿Que compraste? No tiene gusto a nada.
Ella – Todo lo que como para vos no tiene gusto.
El silencio siguió durante la cuadra siguiente, hasta que ella exclamó:
-¡Seminario de Ángeles!
Y aunque el no la comprendió, se quedo callado, hasta que al llegar a la esquina pregunto:
- ¿Seminario de Ángeles?
Entraron al edificio y en el ascensor ya no había tiempo para la reflexión, era tarde y tenían la panza llena de puré, pero había una cosa bien clara: la noche sin Ricky Maravilla se vuelve extraña.